miércoles, 11 de abril de 2012
RESURRECCIÓN
RESURRECCIÓN AMOR EN PLENITUD
( PIKAZA )
La salvación es una experiencia religiosa que está relacionada con la salud (como indica la raíz común de esos nombres), pero también con el amor, que implica plenitud y despliegue total de la vida. Esa experiencia de salvación y plenitud ha recibido nombres distintos: Paz, Shalom, Shalam, Iluminación, Nirvana, Tierra Pura, Brahmán etc. Éstas son algunas de sus notas.
1. Amor-gozo. Casi todas las religiones buscan la experiencia de un amor luminoso, libre, saludable. En esa línea se mueve la búsqueda de plenitud sus místicos y ascetas. Por eso, ellas ponen de relieve la exigencia de una transformación escatológica e interpretan la vida como placer integral, que se expande y expresa en toda la persona.
2. Creación-Vida. Las religiones han descubierto en general el poder de la muerte, que retorna siempre y pretende imponerse, dominando al hombre, en un eterno retorno de destrucción. Pues bien, de formas diversas (resurrección, inmortalidad, nirvana), ellas han querido superar el círculo de la muerte, arraigando al hombre en la Vida.
3. Curación-Salud. Salvación significa salud (en latín salus) e implica el despliegue esperanzado, fuerte, de la Vida que llena y sustenta a los hombres. Lo mismo el Tao que Buda o Cristo conciben la presencia y acción de lo sagrado como despliegue salvador, una trasformación del hombre que se hallaba enfermo. Por eso son importantes las curaciones o la curación radical del ser humano.
4. Iluminación-Luz: Las religiones tienen a concebir el pecado o maldición como falta de conocimiento. Su despliegue se concibe así como gnosis, iluminación o emergencia de una sabiduría superior, que destruye las tinieblas del mundo. Lo sagrado (Dios, lo divino) abre nuestros ojos para que podamos conocer lo que somos y así conocernos.
5. Inmortalidad. Las religiones místicas tienden a ver la salvación como vida inmortal, que superala muerte. En este contexto se puede hablar de una salvación supramundana y eterna, propia del alma, más que del cuerpo, en contemplación amorosa de lo divino.
6. Liberación-Libertad. Muchos conciben la vida actual como una esclavitud, bajo el dominio de Satanás o de otros poderes opresores. La religión se entiende, por el contrario, como experiencia radical de libertad. En esta línea se sitúan Cristianismo y Budismo, lo mismo que algunos filósofos que asumen elementos cristianos, como Hegel. En la actualidad, a partir de la experiencia bíblica se pone de relieve el valor salvador de la libertad histórica.
7. Reencarnación. El alma caída (cf. inmortalidad) realiza en este mundo un largo viaje de exilio y liberación, que se expresa en forma de re-encarnaciones. Los hombres nacemos de un genoma biológico, que nos ha sido transmitido a través de unos padres; nacemos también de una tradición cultural, que nos ofrece la sociedad y familia en la que nos socializamos; pero nacemos, finalmente, en el plano más profundo, de un proceso anímico. Nuestra vida verdadera, el alma, proviene de otras almas y así sigue rodando en los giros de la tierra, hasta que logra liberarse y pasa a lo nirvana (se introduce en el amor de lo divino).
8. Resurrección. Para las religiones monoteístas, la salvación se concibe, sobe todo, en forma de resurrección tras la muerte, pero no como huída de este mundo y de su historia, sino como ratificación de los valores del mundo y de la historia.
Desde ese fondo podemos decir religiones están especializadas en ofrecer al hombre una salvación integral, para que viva en gozo. La salvación no es sólo ausencia de enfermedad corporal, sino que plenitud de sentido, amor gozoso, existencia reconciliada. En este contexto podemos hablar de aquello de lo que quieren salvarnos las religiones. El judaísmo quiere salvarnos de la idolatría (de los dioses destructores). El cristianismo quiere salvarnos del ocio, de la falta de perdón y dela muerte. El Islamnos salva de la falta de paz; el budismo salva de la oscuridad; el hinduismo salva de la dispersión; el taoísmo salva de la falta de armonía… Desde ese fondo, podemos decir que las religiones son formas intensas de amor, de vinculación o encuentro personal con el misterio, que toma en cada caso matices distintos, pero siempre vinculadas con la salvación que ofrece el amor.
En las cósmicas el amor salvador se entiende como experiencia de inmersión en el proceso de la Vida: en su gran corriente de Realidad nos hallamos inmersos; en ella estamos asentados, con todo nuestro afecto. Las religiones de la interioridad tienden a interpretar el amor en sentido más platónico, como salida y ascenso que nos lleva desde este mundo al plano superior de la Bondad absoluta, que se identifica con lo divino. Finalmente, las religiones monoteístas o históricas acaban entendiendo el amor como expresión de encuentro creador, en una línea vinculación afectiva y servicio personal, especialmente a favor de los más necesitados.
Conforme al testimoniode la tradición de Israel, el amor religioso tiene dos momentos salvadores básicos. (1) Es un gesto de servicio concreto que se dirige a los carentes y excluidos, es decir, a los expulsados de la sociedad. En esa línea, la legislación bíblica habla de ayudar al extranjero, al huérfano y a la viuda, tres tipos de personas que corren el riesgo de perecer, dentro de una sociedad que les rechaza o ignora (cf. Ex 22, 20-23; Dt 16, 9-15; 24, 17-22). Así lo ratifica la Carta cristiana de Santiago diciendo que la religión pura y limpia consiste en ayudar a los huérfanos y viudas en su necesidad (Sant 2, 27). (2) El amor es un gesto de intimidad afectiva, tal como ha destacado desde Oseas, Isaías o el Cantar de los Cantares. El amor se expresa en la comunicación personal, con su elemento afectivo y erótico. Desde ese fondo, la religión es comunicación vital, despliegue de gozo enamorado, afirmación positiva de la realidad y compromiso gozoso a favor de la Vida.
Teniendo eso en cuenta, desde el judaísmo, podemos afirmar que la religión es amor hecho vida y palabra, en las dos formas básicas de la intimidad personal (enamoramiento), la comunicación alimenticia (que para los cristianos se expresa en pan compartido) y la apertura liberadora. En ese contexto se vinculan las tres grandes imágenes de la plenitud de amor, tal como han sido elaboradas por la tradición monoteísta: las bodas de la intimidad afectiva, el banquete de la comunión fraterna o amistosa del grupo y el servicio a los necesitados, tal como se expresa en el símbolo del juicio de Mt 25, 31-46: alimentar al hambriento, acoger al extranjero, vestir al desnudo, visitar al enfermo, acompañar el encarcelado. La religión es amor hecho encuentro concreto de bodas, comunión y liberación, conforme a un simbolismo donde se vinculan justicia social e intimidad personal, unión espiritual y vinculación del grupo.
Desde ese fondo podemos destacar la aportación del budismo y cristianismo. Para el budismo, la salvación se interpreta como nirvana, es decir, como cesación de todos los deseos que separan al hombre de la compasión universal, encerrándole en su propio egoísmo. Para el cristianismo, la salvación total se interpreta como resurrección para el amor, es decir, como cielo. Pero esa salvación comienza ya en el mundo: Jesús ha ofrecido a los hombres la “salud” de Dios, la gracia de la vida, para que puedan expresarnos en gozo y libertad sobre la tierra, sin opresión de unos sobre otros, sin miedo a la condena. Desde ese fondo, la iglesia cristiana ha destacado los signos salvadores de tipo “sacramental”, aquellos gestos sagrados, que se vinculan a los grandes momentos de la vida humana (bautismo o nacimiento a la gracia, eucaristía o pan compartido en Cristo, matrimonio o celebración del amor mutuo…), de tal forma que en ellos viene a expresarse la novedad y hondura de la vida de Cristo. Eso significa que los hombres no estamos perdidos en un mundo sin signos, ni señales, sino que pueden vivir ya en amor desde este mundo, expresando en su propia vida la salvación de Dios.
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