Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz.
Son como el monótono discurso de la lluvia, la indumentaria elástica de la paloma y el báculo del mar.
Las aspas del molino soñarán con el aire impetuoso que absuelve la maleza del campo,
mientras el labriego esparce la semilla de la consolación y brotan las lujuriosas hortalizas.
Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz.
El pescador heroico recogerá las redes de fulgor plateado y ensalzará las olas.
Se aplacará la violencia hostil de los relámpagos y la luna allanará la senda del pastor solitario.
Nacerá la concordia en los barrios sombríos sin otro atenuante que el chorro miserable
de la fuente, sellada en el tiempo de sequía, y se amontonarán las hojas de los álamos.
Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz.
No habrá ningún caballo que muera de tristeza ni un breviario escondido en el atril del templo,
ni la carta patética de un niño paralítico perdida en el buzón del tiempo malogrado.
Conmoverá el austero Sermón de la Montaña hasta alcanzar el íntimo territorio del hombre.
Se encenderán las lámparas de los orfelinatos y su luz compasiva reconciliará la tierra.
Pidamos de manera especial por Ucrania, por Venezuela.
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