viernes, 22 de febrero de 2013

SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA

La transfiguración surge como un relámpago en medio de la noche. Cruz y resurrección, van tan de la mano, que se hace imposible separarlas.

 La resurrección da un nuevo y fructífero sentido a una vida que quiere gastarse y entregarse. Pero también, la muerte da un sentido nuevo a la resurrección: el amor nunca se hace tan generoso como cuando da la vida.


Las palabras de Helder Cámara: " El que no tiene una razón para vivir, no tiene una razón para morir".

Lo que celebramos en Cuaresma es un hecho fundamental: se trata de comprometerse  y dar la vida.
Es volverse a Cristo presente en los hermanos.


Los cristianos de hoy necesitamos urgentemente “interiorizar” nuestra religión si queremos reavivar nuestra fe. No basta oír el Evangelio de manera distraída, rutinaria y gastada, sin deseo alguno de escuchar. No basta tampoco una escucha inteligente preocupada solo de entender.

Necesitamos escuchar a Jesús vivo en lo más íntimo de nuestro ser. Todos, predicadores y pueblo fiel, teólogos y lectores, necesitamos escuchar su Buena Noticia de Dios, no desde fuera sino desde dentro. Dejar que sus palabras desciendan de nuestras cabezas hasta el corazón. Nuestra fe sería más fuerte, más gozosa, más contagiosa.

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